Thursday, October 26, 2006

Tropezones, caídas y aterrizajes forzozos

Creo recordar todas y cada una de las veces que me caí después de los 12 (digo, antes entre los patines, la bici, el skate, los árboles, las medianeras, los postes, trapecios, anillas, vigas, barras, paralelas, cajones, rango, caños varios, pasamanos, carreras varias y otras salvajadas, me caía un montón).

Ayer, sin embargo, no sólo tropecé, sino que caí, y pese a que me levanté rápidamente cual Toppy (apodo que me gané en la secundaria por esta habilidad de demorar más en el desplome que en la reincorporación), a las pocas cuadras -léase en la casa de mamá- hubiera deseado no caminar más hasta el domingo.

En primer término, y como le dijera al amoroso guardia de seguridad de la compañía, me dolió más la vergüenza que la caída en sí -hecho que se revirtió a las 3 cuadras, momento en que me empezó a doler completa la pierna izquierda, ambas palmas y la rodilla derecha-.

En segundo lugar, la rotura irreparable de mi adorado capri de lino negro azabache.

En tercer lugar, las fucking frutillas en el empeine y rodilla. No me acordaba cuánto duelen, pican, arden y molestan las raspaduras en las articulaciones.

En cuatro, que mi madre, fiel a sus principios, me agarró con el cepillo de las uñas y el jabón blanco. Después de esa sesión de inhumana tortura, me frotó con una gasa y agua oxigenada y por último, y a modo de cariño, me palmeó el culo muy fuerte.

Por todo lo antes narrado, me puse a pensar, además de en la quiniela, en esto de que un tropezón no es caída.

Ese dicho está mal formulado. Debiera ser: "un tropezón no siempre es caída"... pero también deberían advertirnos respecto de que hay caídas que no requieren el tropezón previo.

Así, entonces, cuantas veces hemos caído en un engaño, sin siquiera haber sentido previamente la saliente de su baldosa.

En otras ocasiones, por caso, tropezamos incesantemente como carreteada de pato rengo, en nuestros errores de siempre, sin llegar nunca a terminar de bruces (o de cabeza en mi caso) en la equivocación total.

Y otras, las menos, venimos en pleno vuelo introspectivo o exacervadamente jodón, y se nos planchan los motores y los flaps, teniendo que realizar un aterrizaje forzozo en ese claro del bosque, que algunos, llaman amor.

Thursday, October 12, 2006

El que espera, desesPERA

Y esto lo tengo muy claro, porque soy cero paciente y mil de ansiosa.

Aun así, si es PERA, me gusta.

En todos sus colores, desde la clásica amarilla hasta la ornamental colorada. La injertada con manzana de cáscara marroncita y unas que siempre quedan verdosas por fuera.

Las adoro en borgoña y en compota. Feteadas con berro y tomates secos en ensalada o rebanadas sobre un chanchito o un pollo.

En conserva tradicional o en conserva agridulce para acompañar carnes rojas.

En dulce y como relleno de tartas.

La única receta que me viene saliendo siempre como el orto, o sea, tal como se espera, son las...

PERAS AL OLMO.

Ahora que lo pienso... no es que sea impaciente, es que estoy dirigiendo mal mis pedidos.

Bueno, si quieren recetas con peras, me las piden!

Besos eh!

Tuesday, October 10, 2006

Pasa en la vida, pasa en las películas

Haciendo eco del slogan del canal Turner Network Television de films, ayer me sentí parte de su campaña publicitaria, es decir dentro de una peli.
Eran las 22:30 y ya estaba en la cama. Me disponía, o al menos eso creía, es escribirle a Virginitainés una carta de las de puño y letra.
A tales fines había dispuesto el block A4 y el esquela, dependiendo entonces del tono de la epístola, sería el tamaño de hoja a usar.
Si brotaba intimista sería el pequeño, si surgía expansiva sería el grande.
Del mismo modo, tenía conmigo dos lapiceras, mejor dicho, una lapicera y un bolígrafo roller ball.
Entonces, si la carta era descarnada y clásica, iría con tinta azul real. En cambio, si era ágil y moderna iría con gel de secado rápido.
Me acomodé, me prendí un pucho y bajé el volúmen de la tele. Empecé a imaginarnos a las dos sentadas en una café o en el living de la casa de alguna de ambas charlando... así empiezan siempre mis cartas para Virginitainés.
Tengo tanto para contarle pensé... y entonces la carta determinó su perfil solita. Definitivamente, estábamos en el living de una casa - los temas no son para ser tratados entre las muchedumbres sedientas de cafeína y hambrientas de tostados-. Menos aun para que se generaran preguntas producto del ruido ambiente, con todas las preguntas que se generarían por los temas en sí mismos, sería suficiente.
Luego, si estábamos en un living, definitivamente, el block tenía que ser el esquela.
Empecé a imaginar las caras de Viriginitainés conforme mis relatos fueran avanzando. Sus manos en la cara y un gesto de horror, que la convierte en modelo vivo de El Grito de Munch. Mis terquedades a la hora de rebatir muchas de sus sabidurías. Su comprensión más allá del no compartir, y su compartir más allá de no entender. Me imaginé, el abrazo tierno que me convierte en nena y la mirada firme que me indica cuán mujer debo a veces ser y no soy.
Me sequé los ojos con la derecha y con la izquierda agarré la pluma, la tinta azul real es lo que más se parece a la traslucencia de mis venas en las manos y de la lágrimas en mi cara.
Ahora sí, puse el block en mi regazo y escribí. "Hola Vishita linda de mi corazón! Como te dije que te iba a llamar el sábado y no pude (al margen de que no estabas), intentaré ponerte al tanto del caso por este medio. Sé que siempre podés suspender la lectura o hasta quemar la carta, pero también sé que por mera curiosidad, cualquiera de estas alternativas te resultará más difícil que cortarme en el teléfono o decirme espantada, Ayyyyyy! Tanto no quería saber!"
Frené. Tomé aire y me puse a pensar cómo seguir, para atenuar la realidad, en caso de que esto pudiera conseguirse.
Nuevamente el mismo proceso de imaginarme charlando con ella. Como Uds. sabrán queridos sobrinos, para imaginarse las cosas, es más fácil con los ojos cerrados. Como Uds. leyeron yo estaba en la cama. Como Uds. imaginan, me dormí.
Entonces pasó en la vida, lo que ya había pasado en la película.
La siguiente imagen que recuerdo es la de mi propia persona desnuda, con cara de felicidad, mientras toneladas de pequeños papelitos a rayas llenos de algo que se supone es una letra manuscrita, caían sobre mí. Estaban por debajo, por arriba, a los costados, todo era cubierto por esa lluvia de papelitos que caía sobre mi cuerpo... así como caían en la mente de Kevin Spacey los pétalos de rosas sobre la amiga de hija en Belleza Americana.
Ya no recuerdo qué fue lo que trajo nuevamente a la realidad al perturbardo protagonista del film, pero sé que fue lo que me despertó a mí. Un mensaje de texto al celular.
Era la 1.30 de mañana más o menos, o eso creí ver. Más miraba el mensaje, menos sencillo se me hacía pensar en el contenido de la carta.
Respondí el mensaje, cerré el blcok y la lapicera. Me fumé otro cigarrillo y me volví a dormir, con la sensación de que a veces lo que pasa en la vida, ni ahí que pasa en las películas, o no Virginitainés?

Wednesday, October 04, 2006

Tanto amor

Anoche cené con Anita y Elena. La madre parece un Buda de la abundancia. Redondita, reluciente, risueña y feliz. La hija un cardúmen de peces caribeños adentro de la panza de su madre.

Más temprano, había estado muy brevemente con Catalina, la celestial criatura de Valerita. Muriendo de risa de su lucha contra Sacho, por ver quien se posicionaba mejor contra las rejas de la puerta para saludarme. Sacho es un dogo de Buredos, que sin temor a equivocarme, es unas 6 veces más grande que ella. Así la enanita, que aun no quiere caminar sola, se la manda por abajo, por los costados, o por donde sea, pero siempre guardando la distancia prudencial para que él no la pise.

Hace unas semanas atrás fue el cumple de Antonia, nuestra nena patagónica. Virginitainés le hizo la torta con princesas y bengalas y una fiesta re preciosa con comidas caseritas y mucho cotillón.

Santiago está hecho un pichón de mamut, que con dos meses de vjda, mide como 70 cm y pesa como 8 kilos. Tiene cara de hombre no de bebé y uno no puede creer que semejante pedazo de bestia estuviera dentro de la panza de la angosta Naty, o como dijo ella misma: No puedo ni creer que el año pasado ni siquiera estaba planeado!

Mariana tiene una nena encantadora. Francisca, que lejos de ser lo linda que mi mamá dijo, es enormemente más bella. Una criatura alegre y dinámica, llenísima de energía, una espiga reventona de amor.

Mariana tuvo una madre, secuestrada por las filas de Etchecolatz cuando ella tenía unos 15 días de nacida.

Mariana tuvo una madre que pidió sólo la piedad necesaria para poder volver donde su hija a criarla.

Mariana tuvo una madre, que le pidió a López "con voz temblorosa: no me falles, sos el único que puede salir, andá buscá a mi mamá, a mi papá, a mi hermano y dale un beso a mi hija de parte mía".

Mariana tuvo una madre que según relató López, nunca tuvo un arma en la mano, sólo cuidaba y les daba de comer a los nenes, y sin embargo fue violada y brutalmente torturada noche y día, noche y día.

Mariana tuvo una madre que conforme López pudo observar a través de la mirilla de una puerta, recibó un tiro que "entró por la frente y le salió por atrás".

Mariana tuvo una madre, que le pidió a López que cuando saliera, le pidiera a su papá que cuidara bien a su hijita.

Mariana tiene una abuela que la crió como una madre, quien nos cocinaba las delicias más rotundas del mundo, nos cantaba cosas de Serrat y nos hacía unos dibujos preciosos.

Mariana tiene una abuela que la crió como una madre, haciéndole las dos colitas mas envididas del colegio y bosques de bonsai en su patio.

Mariana tiene una abuela que perdió una hija del modo más cruel, injusto y aberrante, y aun así conservó las fuerzas para abrazarse a su vida con todo el cuerpo y todo el corazón.

Mariana tuvo

Mariana tuvo mi amistad durante añares y mi desafección de su historia durante otro tanto tiempo.

Mariana tiene hoy mis más grande sentimiento de admiración por lo ecuánime de su tarea en el enarbolado de la bandera de la justicia -que nunca es vana si reciben su castigo los homicidas- y la armoniosa crianza de su propia hija.

Mariana tiene mucho de su madre, no ya en el tatuaje de su espalda ni en lo parecido de sus fisonomías, Mariana tiene mucho de su madre en el intangible e infinito espacio del alma.

Mariana tiene mucho de su abuela, no sólo en el mobiliario de su nueva casa, que me remontó sin escalas a las tardes de malta con leche y deberes, sino en la leve inclinación que le da a su cabeza cuando se tiene a mirar a Francisca, cuando se asombra al apreciar el milagro de la vida, de la continuación de una estirpe, de tanto amor.

Felicitaciones madres aquí nombradas y a las tácitas también, hoy soy hija de todas y espero un día tener tanto amor como para poder convertirme en una de Ustedes.

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