Wednesday, November 01, 2006

La cocina de la abuela Olga

Durante todos los mediodías de mi vida escolar y por cierto, también más de dos noches en la semana, comí en la casa de mi abuela Olga.
Ella es la mamá de mi mamá, hoy tiene 90 años, no muy bien llevados desde lo físico ni tampoco desde lo espiritual. Sin embargo, la muy conchu -así nos decía ella a nosotras- sigue haciendo las empanadas de carne, el pastel de papas, frituras todas en especial los huevos y el peceto al caramelo con ananá, más FABULOSOS del condado!
El menú en lo de la abue conchu, no era sofisticado ni variado, más bien era una especie de esquema de trabajo para ella misma, en el cual, los lunes guisados varios (menos de fideos porque nos parecía comida de pobres, como si nosotros hubiéramos sido ricos), los martes milanesas con guarnición variable pero nunca puré, los miércoles pescado -es que en mi barrio el pescador venía ese día-, los jueves pastas, los viernes bifes a la criolla o pollo al horno. Exceptuando el pescado, los menúes eran modificados cada tres meses, con la llegada de la nueva estación y durante ese período eran, inamovibles!
A partir del 21 de marzo y hasta el 21 de diciembre, sin importar la real temperatura ambiente la entrada era sopa. Casera, de verduras meticulosamente lavadas y cortadas, con fideitos municiones o pelos de ángel -cuando estaban por terminar las clases antes de las vacaciones de invierno iban letritas y para el 15 de agosto* Ave Marías-, a la cual se le agregaba en los días más fríos, plato por plato y por pedido de abuelo Juan, un huevo crudo, el cual se cocía no bien tocaba el líquido, con lo que no debo aclararles las temperatura de servido.
Jamás faltaron en la mesa: la Coca ni el sifón. El pan era siempre de recién y nunca se cortaba con cuchillo.
Estas son las cosas que recuerdo y estos son algunos de los secretos de mi abuela Olga en la cocina para que los platos que les mencioné más arriba, supieran a paraíso natural o infierno por opción.
Pastel de papas: mucha mas cebolla y verdeo que la que las recetas de Petrona recomendaban. Morrones, pimentón extra dulce sin delicadeza y poca sal. Aceitunas, huevo duro y pasas de uva, uno de los cuales, siempre llegaba a la mesa en un platito auxiliar, porque ella se había olvidado de su incorporación. Y el toque de magia, para un kilo de carne picada, una cucharada sopera al ras de azúcar. El puré hecho como para comer de guarnición, forrando la Pirex primero y tapando el relleno al final. Pan rallado peinado con el tenedor por encima y gruesas fetas de manteca por encima, para mandar a gratinar en la parrilla del horno. Acepto muestreo de mis sobrinos para comparación!
Frituras: las milanesas a doble rebozado, te les podías sentar encima que no largaban un rastro de aciete. Los huevos blancos y firmes en su clara y radiantes como el sol de hoy en su yema, con bastante pimienta. Ideales para mojar las papas fritas, cortadas todas del mismo tamaño de bastón y secadas con un repasador especial a tales fines antes de echarlas a fritar.
Bocadillos de todo (lo que sobrara y lo comparado especilamente -léase seso, que recuerdo como tan deliciosos antes de comprender que era seso por la visión del cerebro en la heladera, como incomibles después de eso-. Bananas para las Maryland, buñuelos de manzana o peras y doradas torrejas. Batatas fileteadas, papas rejilla y calabazas bastón.
Empanadas de carne: con el mismo criterio que el relleno del pastel de papas, pero con la diferencia de que el huevo y las aceitunas se coloban empanada por empanada en la proporción de una oliva descarozada a cuchillo y un cuarto de huevo duro. Por último, después de cerradas, se las pinta con clara y se las espolvorea con azuquita. Comer con las patas abiertas y el estómago vacío, porque son para reventar una docena por cabeza por sentada.
Por último, pero no por eso menos importante, sin el peceto al caramelo con ananá de Olga, simplemente Jesús no nace ni el Año es renueva. Cocina unos pecetos grandes en el horno con caldo, cuando están por estar les echa el caramelo que preparó por separado para que se queme apenas al hornearlo y así conseguir no sólo el color del vidrio de las botellas de Quilmes, sino un dejo armaguito entre tanta dulzura. Con precisión Samurai lo fetea, una vez frío, del mismo grosor que las rebanadas de ananá, las cuales son intercaladas entre ojo y ojo de carne.
No se comía mucho postre, tampoco en su casa, pero siempre había frutas. Y para cerrar el menú, el infaltable y aromático café Franja Blanca. De noche se cerraba la función con un copita de anís o licor de chocolate o dulce de leche.
Recuerdo que ella siempre consideraba que te habías quedado con hambre si te comías todo lo del plato y te recagaba a pedos si dejabas comida - sus raciones eran como para abordar la búsqueda del Santo Grial, sin tener que para a comer en todo lo que durara la contienda-.
Entonces, uno prefería escuchar, antes que la cagada a pedos, el consabido verso de corolario de comida: "Te quedaste con hambre? Te hago algo más? Te hago un churrasco? Una ensalada? Un huevo frito? Te doy una fruta? Una patada en el culo?" Y se iba con las abominables tazas marrones y negras, entre las manos, con una sonrisa inmensa!
* 15 de agosto es el día de la Asunción de la Virgen María o algo por el estilo, tengan en cuenta que mi mi abuela, pese a los blasfema de sus conducta en general, fue durante añares, la secretaria del Obispo de Quilmes.

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