Monday, May 29, 2006

Mi más sentido pésame


Cuando alguien se muere, se le da a los deudos el pésame. Cuando algo pasó a ser recuerdo, es porque como hecho concreto, ya murió. Suponiendo entonces, que esta teoría que acabo de pergeniar es así, el sentido del olfato es el que en mí, más rápido me devuelve a una persona o una sensación, o sea, un recuerdo. Los que me conocen personalmente saben que con lo que balanceo mis asentaderas no son mis lolas, sino mi nariz, y por suerte semejante artefacto no me ha sido dado en vano, sino con la potencia amplificadora que el caso requería.

Mencionaré a continuación, algunos de los perfumes -por caso olores- en orden de llegada desde el hipotálamo al cuore, y por ser hoy, sólo lo haré respecto de los masculinos. De los femeninos lo haré, otro día, sólo por ser otro día!

Carolina Herrera for Men: el clásico, me resulta irresistible. Mi cuello pierde las vértebras y puede girar 180º para ver de donde proviene. Considero que es el perfume de OLOR A HOMBRE por antonomasia. Creo que era Osvaldo el que lo usaba. Creo que no tenía yo más de 12 años la primera vez que lo olí. Creo que ese día entendía la diferencia entre: "como si fuera mi hermano" y "hermano mayor de mi amiga". Creo que fue mi primer platónico amor...

Axe Marine: tenía por seguro que no se hacía más y adoro cuando los dichos se cumplen y a seguro se lo llevan preso. "Que rico olor tenés?" esgrimí cautiva y emocionada la otra noche... después de bromas múltiples, y la confesión del no uso de perfume me dijeron: "Lo único que uso es Axe Marine." Claro!!!!!!!! pensé, ese es el olor del primer amor romántico y concreto en mi vida. Es olor a R y hacía exactamente 15 años que no lo olía en similares condiciones.

Cloro y sol: una combinación a la que la lengua se le resistía poco y nada. Esa sensación de libertad tan Beach Boy, donde yo era una chica de California (o Californication) y el portador de tan singular mezcla, era lo más lejano a un gurdavidas que supo ser piloto del auto fantástico y lo más cercano al capitán de un buque que gritó el último All on board! mientras yo seguía sin saber qué poner en las valijas que finalmente quedarían vacías y levemente tristes, como yo.

Sculpture for men: es perfume a compartir el olor (no es que sea unisex, sino que a mí me encanta como me queda también, cosas de la piel, vieron). Es perfume a despedida dolida y resignada en la mañana, pasando con un dedo por la punta de mi nariz, y con una mejilla recién afeitada sobre la mía, buscando el devenir de un beso en los labios. Es olor a: que te vaya bien, buena suerte y hasta luego... a ropa en el pasillo que da la razón... (cómo dice Carissimo, el que entienda bien, el que no...)

Davidoff Cool Water: es ese momento único e irrepetible, en que un novio es un mejor amigo, y un mejor amigo Damocles a dos espadas y yo con los filos a ambos lados del cuello. Es una confusión de roles y reglas, que mientras dura, es incisiva, profunda y tajante, pero placentera e provocadora. Es un camino por el que hay que atravesar aunque termine siendo la propia víscera la atravesada. Es una herida que no duele salvo cuando le echas perfume encima.

Farenheit: trae un saxo y sexo. Cigarrillos negros, whisky y 20 años de diferencia entre uno y otro que a contramano del tango, eran mucho, eran todo, eran más gardos celsius de los que farenheit podía tolerar.

Jazz: corporiza una sombra espléndidamente rubia y ojiazul, un pibe resplandeciente de bello y nefasto. Un verdadero Robin Hood de corazones. Un divertimento ameno a veces y un serio peligro todo el tiempo. Poker, sustancias ílicitas y trampas de todos los colores del tablero.

Arboles resinosos y leña recién cortada: son los cuentos de mi abuelo, sentada muy cerquita. Es la historia del siglo que pasó, contada por un protagonista. Es un sábado tempranito desyuyando el césped y las siestitas de 40 minutos antes de que él regresara al trabajo y yo al pasar el resto de mi infancia.

Tabaco con chocolate: un padre nocivo como el mismo vicio del tabaco. Una mano enorme con el pulgar a de 45º de la plama, y un reloj de pulsera plateado y amenazante que te mira fijo y te dice: este tiempo ya no vuelve y al que está por venir, no lo verás hasta que no se convierta en tiempo que no vuleve otra vez. Idénticas la persistencia en el alma de ese sentir y del olor de su pipa en un recuerdo que es un hecho y visceversa.

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