Es sentir de verdad!
El viernes pasado, en el marco de un encantador encuentro con el hombre que me dice MUJER, desde el día que me conocío (Hola mujer! Cómo estás mujer! Pero también me dice Naty cuando decirme mujer sería redundante), me di cuenta de que puedo ponerme RANCIA por causa de mis adicciones.
Yo había llevado la comida y la bebida. Nada del otro mundo eh! De hecho y con excepción del jamón crudo, el resto era mediocrísimo. Además, llevé una Coca de 1.5 l y él ponía el fernet (lo único que le agradezco al rugby son los terceros tiempos con fernet, y este largo tercer tiempo con el hombre que me dice MUJER, desde el día que me conocío).
Convengamos que iba con más ganas que fuerzas al pic nic. La semana había sido larga, el viernes en particular lo había sido. El regreso a los pagos se había extendido a causa de una manifestación y yo estaba cargadísima de cosas y tareas por realizar, antes de llegar a su casa.
Di más vueltas que un trompo así de cargada -un peruano muerto en la cartera, un video para devolver que ni siquiera llegué a ver, la campera de cuero colgando de la cartera, una bolsa liviana pero abultada con regalos para los sobrinos de Virginitainés- buscando el regalo óptimo para Cucu. Debo haber caminado unas 40 cuadras en zig zag, hasta llegar a lo del hombre, con todas las tareas cumplidas, incluida la compra del alimento y la bebida precitados.
Bueno, él hizo los fernets de rigor, los bebimos mientras yo intentaba optimizar espacios, ya que ahora tenía otra bolsita más que era el regalo de Cucu, departimos y pusimos la mesa. Comimos, volvimos a beber y otras cosas.
Después de las otras cosas, yo siempre preciso un pucho (sigo sin saber qué hace la gente que no fuma after sex) y un vasito de Coca. So I got them! El hombre es ante todo un cabellero y trajo a mi pedido ambas cosas. Al rato, luego de una media horita de charla distendida, mis celúlas volvieron a pedir Coca. Para no abusar de su hospitalidad, me dirigí hacia la cocina con el último ápice de fuerza y el vaso en la mano. Desde aquí todo lo que antes había sido fluido y dulce se empezaría a convertir en áspero y amargo.
Quedaba en la botella sólo un culito de Coca, así de chiquitiiititititititito. Me lo serví y pensé, por Dios que no quiera, no podré convidarle. No quiso. La bebí toda. Ahora todas mi ADN decía: A dormir!
Era lógico no? Un día largo y agitado amerita dormir... Como a los 20 minutos el deseo de dormir, se había convertido en una NECESIDAD DE DORMIR, PERO EN MIIIIIIIIII CASAAAAAAA, y yo no podía decodificar por qué me pasaba todo esto tan feo como corolario de otras cosas tan lindas. Me quedé de todos modos. Nos dormimos como dos horas más tarde. Dormí(té) mal, muy mal. Indignada digamos. El cuerpo me molestaba, el cerebro tenía una gotera que no paraba de hacerme ruido adentro de la cabeza. Los objetos cobraran vida y las caricias eran como latigazos.
Que me pasa Señor, qué me pasa? (me preguntaba a mí misma y no al señor con el que compartía el lecho, claro está). Amanecimos el sábado y para cuando salí del dormitorio en el comedor me esperaba un muy amable desayuno de mate con tostadas y untables, yo seguía con la misma sensación de estar empollando un manojo de crótalos. Tuve que irme con una excusa estúpida pero efectiva (sólo para mí probablemente).
Una vez en la calle, me encontré a mí misma en un kiosko de cuya existencia no tenía noticias en el plano conciente, ni en el plano de Quilmes. La kioskera me miró, atenta y simpática y me dijo: Qué puedo hacer por vos linda?
Levanté mis gafas de sol y el labio superior mostrando los colmillos. Una voz que les juro no era mía le dijo: UN COCA DE MEDIO SIN PAJITA! (sin comentarios habían sido muchas otras cosas). La señora se persignó mientras iba de camino a la heladera, apoyó la botella Contour (que junto con la onda dinámica y la mitad de mi sangre son marca registrada de Coca Cola Company) sobre el exhibidor de Beldent en el cual yo había dejado $2. La pobre vio con espanto como la chica a la que le había dicho linda, se convertía en Diana de Invasión Extraterrestre cuando deglutía con morboso placer alguna rata o pajarito. Abrí la botella y me cargué el contenido casi sin respirar.
Un amplio Ahhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!, una amplia sonrisa y un afónico a causa del agua carbonatada: Graciashhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!! brotaron de mi interior, mientras mis colmillos volvían a su normal dimensión y mi mirada recuperaba ese aspecto burbujeante.
A la tres cuadras me quería morir! Noté con dolor que lo que me había pasado la noche anterior se llama en términos científicos: SINDROME DE ABSTINENCIA. Quería volver al edificio de la mayólica en el frente y decir por el portero: Perdón esa no era yo, era mi versión OUT OF COKE! Demasiado tarde, ya estaba bastante lejos y no hubiera sido bien interpretada casi con seguridad.
Al respecto llegué a las siguientes conclusiones:
Le diré al hombre que me dice MUJER desde que me conoció: Por favor, TOMA LO BUENO! (que aquí entre nos, no es poco).
Nunca más salgo sin una botellita de emergencia en la cartera, pero por sobre todas las cosas...
No volveré a ser tan pelotuda de comprara sólo 1.500 cm3 de esa refrescante bebida si un ex rugbier y yo, vamos a tomar unos Fernets!
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